Callar. Callar por tantas y tantas cosas que ansío decir, cosas trabucadas, transgiversadas, embrolladas hasta el punto de no discernir esa etapa en la que se podrían haber solventado de un suspiro, esa etapa pasada superficial y sin importancia, esa etapa a la cual esta nueva etapa profunda y abismal envidia. Y ahora el arrepentimiento. Arrepentimiento de no poder, de no querer, paralizada por el temor y el autoconvencimiento de "quizá no merezca tanto la pena". Y cada vez buceo más y más profundo. Y es ahí, al llegar a lo más profundo, donde mi subconsciente sabe que si, que sí merece la pena, que ese sentimiento ha llegado a lo más hondo de las profundidades abismales sin corromperse, sin dejar de sentir, de sentirte, sin tan siquiera intentar dejar el vicio de quererte. Profundidades.. esas profundidades en las que al final, por mucho que hayas buceado, tan sólo encuentras millones de pececillos con luces.
¿Y para esto bajé?
Convénceme, insísteme, persuádeme de que encontraré, por lo menos, algún coral multicolor..


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